El hombre estaba recostado sobre el diván, no era la primera vez que asistía a una terapia con el doctor. Todos los Lunes, a la misma hora.
“Háblame otra vez Mauricio, encontremos una respuesta en tus recuerdos”
“Todo comenzó hace tres meses, lo recuerdo perfectamente como si ese día hubiera marcado el final de mi vida. Fue el 27 de Abril”
El doctor solamente asintió anotando algo en su libreta, ahí entre la penumbra de la sala.
“Recuerdo el sol de la tarde, estaba caminando por el paseo Santa Lucia, paso por ahí (o lo hacía) regularmente hasta ese día. Las oficinas del periódico se encuentran a unas cuadras y como sabrá, es difícil encontrar estacionamiento por el centro.
Había cruzado el puente directamente, no me di cuenta por ir mandando un mensaje de texto en mi celular, que una persona venia hacia mi. Le juro que de haberla visto en la distancia, si hubiera tenido la oportunidad de alejarme antes de tocar su piel… a quién quiero engañar, lo hubiera hecho de igual manera. “ - Su voz sonaba con pesar. Como si en su pecho guardara el dolor de años de sufrimiento.
“Tal vez fue el sol sobre nuestras cabezas ocultándose o algo en mis ojos, pero le juro que al verla por primera vez, fue como si todo a su alrededor de iluminara. Doctor, yo realmente estaba ciego antes de contemplarla. Su piel blanca, sus labios rojos y esa pequeña sonrisa que se dibuja en sus labios cuando se siente apenada por algo. Estoy seguro que nadie más que yo la ha notado, conozco tanto de ella doctor, que me es imposible pensar que ella no siente algo parecido hacia mi. “
El hombre solo alzo una ceja y asintió, el sonido de la pluma tachando algo sobre el papel en su tableta fue todo lo que se escucho por unos segundos. Mauricio solo de aclaro la garganta.
“Fue solo una sonrisa lo que bastó para que quedara enamorado de ella. Parecía tan frágil, con un dolor en su corazón que yo necesitaba aliviar. Salimos un par de veces y le juro, por mi vida, por lo más sagrado, que cuando observaba sus ojos era como ver el mismo universo, como ver las estrellas irradiando su calor hacia mí. Pero luego se alejaba y el frio me inundaba. Comencé a necesitarla de tal manera que se volvía obsesivo, necesitaba verla a cada instante…”
Había comenzado a llorar, grandes gotas caían por sus mejillas. Se frotaba las gruesas manos sobre su rostro con desesperación.
“Mauricio” – Habló el doctor.- “¿Estas entonces aceptando que tienes un problema? Sabes que el primer paso…” “Si, lo entiendo…” – Trataba de recobrar la compostura- “ Entiendo que se volvió una obsesión, deje mi trabajo, deje mi familia, deje todo en mi vida, porque lo único importante era ella; No podía salir con mis amigos o familiares sin revisar mi celular en busca de un mensaje, una llamada, algo. Ella lo sabia y no hizo nada por evitarlo, Esa perra….”
“Mauricio” – Le reprendió el doctor. “mejor cuéntame como te sientes al aceptar esto”.
“Me siento como un tonto Doctor. Ella lo sabe y juega conmigo, a veces me dice que me ama, que lo dejaría todo por mi, que quiere estar a mi lado. Pero en otras ocasiones me trata con desprecio, como si yo fuera algo que puede pisotear… y el otro día….” - El hombre parecía estar destrozado, apunto de romper a llorar nuevamente. “La vi, estaba en el centro. Brillante como siempre, hermosa, con ese aire de realeza que la caracterizaba. La estuve observando por un rato, ella parecía estar esperando a alguien y así fue, un hombre llego a su encuentro. La ira me lleno las entrañas, como la veía, como la saludaba, como se miraban el uno al otro. No había amor ahí, lo se… era algo distinto, era… complicidad… ellos dos compartían algo y lo se. Me acerque a ellos pero… El me detuvo. No se si su sonrisa era de burla o desprecio, me veían como… como un trofeo, dijeron algo de mi corazón, unos ganchos. Ella se veía molesta pero el hombre parecía divertido con la situación, trataban de negociarme como si yo fuera…
Y entonces ella me desprecio nuevamente y se fue con él en ese maldito auto destartalado. ¿Lo había elegido a él antes que a mi? Me rompió el corazón doctor. Desde ese momento no hago más que soñarla, esperar su llamada, un mensaje, algo. Sinceramente ya no puedo con esta angustia, no puedo vivir con ella pero tampoco sin ella. He pensado en el suicidio pero aun albergo la esperanza de que ella….”
Entonces el celular sonó y él corrió de manera desesperada hacia él.
“Necesito verte”
Esas palabras eran todo lo que él necesitaba. No escucho al doctor gritarle que volviera, no existía nada, nada en ese mundo más que su “ella”. Pero el encanto no iba a durar para siempre. Lo sabía.
No hubo un lunes siguiente a las 5 de la tarde en el consultorio. El doctor lo sabía o lo supo desde el momento en que leyó en el encabezado del periódico sobre el suicidio. Ese hombre no había muerto tras dispararse en la cabeza, ese hombre había muerto por un corazón roto.
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